Tres relatos sobre la maldición del dinero de la corrupción K

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El secretario más fiel de los Kirchner, Daniel Muñoz le contó una vez al contador de la familia ex presidencial, Víctor Alejandro Manzanares, una escena que no lo sorprendió lo que debería, a pesar de ser asombrosa. Entre los asesores más íntimos de los ex presidentes Néstor y Cristina Kirchner podían pasar cosas como las que escuchó aquel día.

Muñoz entonces dijo lo que ya tenía pensado contar: – Yo sí. Cinco mil millones de dólares todos juntos y en efectivo. Estaban en una pileta.

La escena es alucinante. Se desconoce si fue producto de una broma de un amigo a otro. Lo cierto es que ambos estaban muy acostumbrados, eso sí, a manejar millones y millones de dólares o euros en billetes físicos. El mito que afirma que en el sur austral se escondió o esconde un tesoro multimillonario y en cash, de plata de la corrupción, nació de los propios asesores que más intimidad tenían con los Kirchner.

Manzanares reconstruyó ese diálogo con Muñoz en una de sus cuatro declaraciones como arrepentido ante el fiscal del caso de “Los Cuadernos de las Coimas”, Carlos Stornelli. Así se lo aseguraron a Clarín fuentes que conocen al ex contador de los Kirchner desde la infancia en Santa Cruz.

Los investigadores judiciales habrían tomado nota de la historia de la pileta pero dándole entidad de un dato de color extravagante. El expediente de la causa “Cuadernos de la Corrupción” recopiló, hasta hoy, treinta declaraciones de arrepentidos en las que se encuentran anécdotas y revelaciones extraordinarias sobre lo que pasaba entre quienes integraban el sistema de acumulación y reparto de dinero de la corrupción K.

Los dichos sobre qué pasaba con los millones que se juntaban en bolsos fueron confesados por empresarios que aceptaron haber pagado esos sobornos. Y por ex funcionarios de relevancia en el esquema de la administración presidencial de los Kirchner, que admitieron ante la Justicia haberlos cobrado. A ellos se sumaron otros imputados y procesados que sinceraron cómo se reunía en diferentes locaciones toda esa montaña de plata. Y que describieron cómo se la intentó “blanquear” debido a que tenía origen ilícito.

Las confesiones de las causa “Cuadernos” son una ventana única para conocer un mundo de ilegalidades. La muerte de algunos de los protagonistas de esta trama desató guerras sórdidas por dinero, en la que se repiten los robos y engaños.

Tras algunos escándalos y denuncias de la oposición y de la prensa, los ex funcionarios se desesperaron para desprenderse de sus millones. Varios arrepentidos aseguraron con frases rotundas que Néstor y Cristina Kirchner eran los verdaderos dueños de esos multimillones. Y que los dos estaban al tanto del esquema de corrupción colosal. Otros lo dieron a entender de modo casi explícito.
Lo que se va conociendo de algunas de sus aventuras financieras son historias que parecen surrealistas pero son reales. La Justicia deberá cotejar varias de las pruebas que aportaron los “arrepentidos”. Otras, aún no. Hubo arrepentidos que describieron que el dinero de la corrupción terminó siendo para ellos como una especie de maldición.

Muñoz según Campillo: “Puse a mi nombre una fortuna que no es mía”.
Juan Manuel Campillo fue uno de los asesores y funcionarios especializados en economía más confiables para Néstor Kirchner. No para Cristina, con quien siempre se llevó mal.

Campillo declaró como arrepentido en la causa de los “Cuadernos” y aportó información muy valiosa sobre cómo fue que lo contactó el ex secretario de los Kirchner, Daniel Muñoz, para que lo ayudara a “desarmar” la red de sociedades comerciales que había creado en el exterior para ocultar parte de una fortuna que jamás pudo haber juntado como empleado público, el trabajo del que vivió Muñoz casi toda su vida. Murió de cáncer en el 2016.

Campillo contó que fue otro ex secretario de Cristina Fernández, Isidro Bounine, hoy preso por este mismo expediente, el que lo puso en contacto con la familia de Muñoz. Según Campillo, tanto Muñoz como Bounine siguieron trabajando en la Quinta de Olivos para los Kirchner aun a pesar de que públicamente y de modo oficial habían renunciado a sus puestos. Campillo afirmó que presentía que el llamado de Bounine para que ayude a Muñoz era, en rigor, un llamado que le había ordenado hacer la familia Kirchner.

El ex ministro de Hacienda de Santa Cruz admitió a la Justicia que viajó a los Estados Unidos para ayudar a Muñoz con sus inversiones en el extranjero. Pero contó que su asesoramiento se tornó imposible cuando conoció a quienes habían rodeado a la esposa de Muñoz, Carolina Pochetti, también arrepentida en esta causa judicial. El ex funcionario describió como un mamarracho a ese entorno, en el que nombro al abogado Miguel Ángel Plo, hoy preso, y a los testaferros de Muñoz en el extranjero y el país, sobre todo, a Elizabeth Municoy.

Buena parte de la confesión de Campillo ya trascendió en los medios, pero el ex funcionario le contó al fiscal Carlos Stornelli, a su colega Carlos Rivolo y al juez del caso, Claudio Bonadio, una escena que describe la desesperación que sintió Muñoz cuando entendió que estaba por morir de cáncer y le dejaba un problema a su familia.
Campillo relató que tuvo una larga reunión con Muñoz, a solas, en la habitación de su mansión del barrio de Saavedra. Su interlocutor ya no podía levantarse de la cama.

Fue allí, acostado, donde cenó.

En ese diálogo, siempre según el testimonio de Campillo, Muñoz le admitió que era testaferro de los Kirchner, aunque sin nombrarlos. “estaba sobreentendido”, dijo, y agregó: “estaba en el aire que los dueños de la plata eran Néstor y Cristina.

“Tengo este problema. Me quedé con todo este dinero a mi nombre, y no se lo quiero dejar a mi mujer, es parte de una fortuna que no es mía”, le dijo Muñoz a Campillo. Este último le aseguró a los investigadores que Muñoz tenía una carpeta amarilla con un listado de bienes e inversiones Fue entonces cuando él le dijo que podía ayudarlo y Muñoz le preguntó cuánto le cobraría. Después de un regateo, acordaron que el asesor se quedaría con el diez por ciento del patrimonio que ayudara a “ocultar”. En rigor, Campillo, según él, cobró 200 mil euros por su trabajo, del que no está satisfecho porque apenas pudo intervenir en un proceso repleto de gente que dice que no entendía nada de negocios.
Antes de eso, Campillo entendió que la verdadera preocupación para Muñoz era otra: – Si son bienes o dinero a tu nombre, reintegráselos a sus verdaderos dueños.-. sugirió Campillo.

– No puedo, eso me va a generar un problema grave con mi mujer.- contestó Muñoz.
– ¿Quién se está muriendo? ¿Vos o tu mujer?-. Retrucó Campillo, quien creía que la esposa de Muñoz se quería quedar con todos sus bienes y eso complicaba todo. Insistió: – Solucioná tu problema con tu mujer-, repitió el “asesor”. Pero Muñoz insistía con el “no”. Campillo le contó entonces que él había estudiado metafísica, y que había alcanzado el grado Zen y Larga Vida. Y le aconsejó algo impensado para muchos: – Yo te puedo ayudar más con el cáncer que con los bienes. El cáncer lo generan el odio y el rencor. Sacate los odios y rencores de encima, dale la plata a sus legítimos dueños y no te morís más.- aconsejó.

Muñoz le pidió ayuda en el sentido en el que él se la había pedido. Campillo aceptó pero terminó chocando con la esposa de su amigo y sus testaferros, lo mismo que con su abogado. Para Campillo, fue sospechoso enterarse que el día que murió Muñoz, el ex secretario K, Isidro Bounine, estaba en los Estados Unidos. “Entendí que estaba haciendo algo tan importante como para no estar cuando él falleció”, declaró. Y agregó que sintió que hablando con él, Muñoz se estaba “sincerando”

Tuvo al menos cuatro charlas muy sinceras con el fiscal del expediente, Carlos Stornelli. Ahora espera que el juez Claudio Bonadio, que instruye este caso de corrupción monumental, homologue su acuerdo con el Ministerio Público para ser formalmente considerado un “imputado colaborador”.

– Quiero contar lo que hice por mis hijos, y mi esposa. Me dejé llevar por la oscuridad. Si consigo una reducción de mi condena, mejor. Pero si no, seguiré en la cárcel-, le dijo a la Justicia, palabras más, palabras menos, Manzanares,presidente del Automóvil Club de Río Gallegos, y de una cooperadora escolar, es además el titular del estudio contable más tradicional de Santa Cruz.
En 1988 conoció a sus clientes más problemático: Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández.
“Polo” cayó preso debido a sus labores para los K.

Cobró alquileres de la inmobiliaria casi fantasma, llamada “Los Sauces”, cuando la Justicia había prohibido a esa empresa de los Kirchner quedarse con las ganancias que les generaba esa firma.

Manzanares se sintió solo en la cárcel. Su familia siguió viviendo en Santa Cruz mientras él, que dice no haber tocado un peso de esos alquileres de sus ex jefes, estaba detenido en Marcos Paz.
Ante el fiscal Carlos Stornelli, confesó que hizo negocios ilegales para ayudar a su amigo Daniel Muñoz.
Aseguró que fue él quien compró los primeros tres departamentos en Miami para el ex secretario, inmuebles que los investigadores no conocían.

Relató la increíble anécdota de la pileta con 5 mil millones de dólares. Involucró a banqueros con el escondite del posible tesoro del dinero K.

Admitió que junto a Muñoz llevó bolsos con millones y millones de dólares a Santa Cruz. Y relató cómo Cristina Fernández siempre supo que la plata que le llegaba a sus cuentas de los alquileres de sus hoteles en El Calafate, en realidad, era generada gracias a un mecanismo ilegal: los contratos con los administradores de esos negocios eran contratistas de la obra pública. Pagaban cifras absolutamente altas para el mercado hotelero con un solo fin: generarle dinero “en blanco” a Cristina, que podía inscribir en sus declaraciones juradas como Presidente de la República. Habló, sobre todo, de la familia Relats, que alquiló el hotel de los Kirchner que está al lado de su casa de El Calafate.

Siempre de acuerdo a fuentes de su entorno, debido a que los investigadores no dejaron trascender nada al respecto, “Polo” dijo así, mostrando cierta seguridad: “Habrá 200 millones de dólares en efectivo en el sur”.

El ex contador K reconstruyó cómo fue que el ex secretario Muñoz, con su ayuda, compró una cantidad notable de inmuebles tanto en la Patagonia, los Estados Unidos y la Capital Federal. Describió las operatorias que se hicieron para que el “Grupo Muñoz” adquiera una farmacia que luego se transformó en una cadena con veintidós locales. Un laboratorio. Una petrolera. Y hasta una fábrica de nebulizadores muy reconocida en el mercado.

La voracidad de los K fue tan grande que todo terminó mal.

Antes de eso, le envió un mensaje a su amigo: “Víctor, te vas a enterar de cosas que no sabías. Te pido que me sigas ayudando”. Esas “cosas” eran negocios de los que “Polo” quedó afuera.

Manzanares se decidió a hablar como arrepentido por empuje de sus abogados, Jorge Herrera y Alejandro Baldini. Al primer lo conoció en la cárcel. Al segundo, lo frecuenta de toda la vida. Baldini acepta que fue conjuez nombrado por el kircherismo en Santa Cruz.

Pero “Polo” le reconoce a su amigo que se haya enfrentado a Lázaro Báez, por ejemplo, cuando le vendió una empresa llamada “Valle Mitre”, que luego el constructor y socio de los Kirchner usó para alquilar los hoteles de la familia ex presidencial.

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