Haití un año después

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Hay pueblos que parece que sobre ellos ha caído una maldición. Haití es uno de ellos, un lugar en el que se mezcla la extrema pobreza con los sistemas políticos corruptos y la ignorancia que es manipulada por creencias esotéricas como el vudú o el convencimiento de que los muertos vuelven físicamente del más allá (zombis). Con estos ingredientes no hay manera de que u pueblo avance, sobre todo cuando sus dirigentes se aprovechan de todo eso para amasar fortunas inmorales a costa del sufrimiento ajeno.

Así era Haití hace un año. Pero encima la tierra se movió, con una intensidad que en países como Japón significaría un contratiempo (6,5), pero que en lugares de construcciones endebles es la destrucción total. También parece que a los pueblos más pobres les ha tocado habitar en los lugares más peligrosos del planeta. Luego ha llegado el cólera, y la comunidad internacional no ha cumplido lo que prometió en la conferencia de donantes, pero sí que ha habido dinero para misiles, portaaviones y tanques. La verdadera maldición de Haití es la crueldad del ser humano, lo mismo que sucede en Darfour, en el Congo, en Somalia, en Liberia o en Birmania (o como se llame ahora). Lo único que saben hacer las grandes potencias es venderles armas y expoliar sus recursos. 

Emilio González Déniz.

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