La historia de los refranes. “Piensa mal y acertarás”

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Piensa mal y acertarás

Hénos aquí ante un refrán de esos que se dicen por lo bajo, o para adentro, porque hasta sus propios usuarios perciben que se trata de un enunciado un tanto avergonzante… “Piensa mal y acertarás” ¡En esas cuatro palabras se sintetiza el principio fundamental del pesimismo más… maquiavélico!… ¿O no?… ¿Esas eran las ideas que inculcaban los Príncipes a sus discípulos, que pensaran siempre mal y nunca se equivocarían?… ¿No es demasiado?…

Una cosa es pensar mal de ese que ya te ha robado varias veces, un día vuelve a caerte de visita, pensás mal, y acertás; y otra cosa, ya más psiquiátrica, es pensar mal de todo el mundo ¡porque sí!…

Imaginemos una sociedad de seres que piensan mal, todos de todos, porque sienten que el ejercicio constante de esa desconfíanza es el estímulo que los hace vivir. Raro, ¿no? Autodefenderse de más, colocar las energías en el lugar equivocado, ponerse la venda antes de que se produzca la herida…

Una sociedad de seres prevenidos, vigilantes, por lo general inexpresivos, menos… ¡cuando se ponen hostiles!… ¡Ahí se pueden ver los desconfiados en acción!… ¡Y sálvese quien pueda!… ¿Dónde encontrar la enseñanza que trasmite este refrán?… Quizás en el contrarefrán: “Espera lo mejor y prepárate para lo peor”… Este al menos es semiamargo, no tan maquiavélico…

Otra cosa es dar vuelta el refrán, como un guante, y desobedeciendo al Príncipe, recomendar: “Piensa bien y acertarás”… ¿se animan?