La historia de los refranes: “Rasgarse las vestiduras”

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Los judíos de tiempos bíblicos tenían la costumbre de rasgarse la ropa cuando sentían vergüenza, furia, tristeza… Rubén rasgó sus prendas de vestir al enterarse que sus hermanos habían vendido a José como esclavo; Job rasgó sus vestiduras cuando supo que sus hijos habían muerto. El tiempo hizo que hoy “rasgarse las vestiduras” signifique escandalizarse excesiva e hipócritamente por algo que otros hacen o dicen.

POR HUGO PAREDERO

“Rasgarse las vestiduras”

Hubo una Antigüedad, con mayúsculas, en la que el acto de rasgarse las vestiduras era una manifestación de dolor sincero. Frente a una gran desgracia ocurrida a un ser querido, sus allegados y servidores se echaban ceniza en el pelo y se desgarraban la ropa…

Tanto en los funerales judíos como en los griegos, los deudos hacían pública de ese modo su desesperación. La costumbre es mencionada por Homero y se repite en varios pasajes de la Biblia…

El Evangelio de San Mateo nos refiere que al declararse Cristo Jesús “Hijo de Dios” ante el pontífice Caifás, este reaccionó con ira y se rasgó las vestiduras para mostrar su escándalo por lo que consideraba una blasfemia…

¡Y sí! Declararse (autopercibirse, diríamos hoy) Hijo de Dios era un pecado muy grave para aquellos “maestros”. Entonces pusieron una norma: cualquiera que oyera pronunciar el nombre de Dios tenía que rasgarse la ropa.

Muchos la cumplían sólo porque era una costumbre, otros porque querían parecer muy buenos. Ante estos, Jehová, que tenía un detector, le dijo a su pueblo: “Rasguen su corazón, y no sus prendas de vestir y vuelvan a su Dios”…

Sí, mucho aplauso mucho aplauso, pero lo cierto es que la bíblica costumbre de rasgarse las vestiduras ante un dolor profundo se extinguió. Sin embargo, el dicho sobrevivió…

Porque la ironía se apoderó de él. Fíjense cómo define la Real Academia Española el sentido actual de esta frase: “Rasgarse las vestiduras significa escandalizarse excesiva e hipócritamente por algo que otros hacen o dicen”… Lo que antes se sentía ahora se finge.

Como señala Héctor Zimmerman en su libro “Tres mil historias de hechos y palabras que decimos a cada rato”: “demostrarse afligido y solidario resulta encomiable. Pero, si todo queda en gestos y palabras, ¿cómo no pensar en un estropicio de ropa sin objeto?”… ¡Es que salió la Biblia, y entró el calefón!

¡Tantas vestiduras rasgadas al cuete! ¿Y para qué? ¿Solo para mentir o engañar a alguien?… ¡Rajen de acá, quítense esas vestiduras rasgadas, y aprendan a rasguñar las piedras con Charly y Nito, aquel Sui Generis…